13 de agosto de 2014

Las podas del verano en el pirulí.

Observo a los veraneantes intentar disfrutar de un picnic bajo la exigua sombra de los plátanos, en el pequeño parque bajo el depósito.
Lo que debería ser una fantástica y fresca umbría formada por los maravillosos ejemplares de Platanus Hispanica, no es más que una desesperada búsqueda del rincón más propicio que no achicharre el sol estival.
Y es que una práctica viciada tal vez por la ignorancia o por arraigadas costumbres ha derivado en una auténtica “carnicería” sobre tan inestimables amigos al llegar la poda de invierno.
De este modo, lo que debería ser la eliminación de la parte aérea sobrante del arbolado, a saber: eliminación de ramas enfermas, muertas o rotas, poda de ramas bajas que dificultan el paso y poda de formación, se ha convertido en una errónea práctica en la que el podador cree que su acción es beneficiosa para el árbol. “¡Así sale con más fuerza!” suele ser la respuesta generalizada cuando se les pregunta el porqué de semejantes talas.
Pues no. El exuberante crecimiento que podemos observar sobre las ramas de los ejemplares a los que se les ha aplicado semejante mutilación no es más que la natural respuesta del árbol para compensar urgentemente la pérdida con la que súbitamente se encuentran sus raíces, acostumbradas a alimentar un aparato foliar que ahora, de pronto,  ya no tiene. Esto se repite año tras año, terminando por debilitar todo su sistema vegetativo. Año tras año, las heridas abiertas una y otra vez, convierten los troncos en tocones huecos sobre los que se instalan toda clase de hongos, humedades y podredumbre, acortando en decenas de años la enfermiza vida de ejemplares que tratados convenientemente se hubieran constituido en hermosos, vigorosos y centenarios ejemplares.
Ruego al lector, a modo de ejemplo, que se fije en los monumentales árboles que suelen adornar las alamedas y los parques americanos o europeos, donde este tipo de prácticas no se realizan, formando auténticas florestas en las que el paisaje ofrecido al espectador es realmente relajante y reconfortante, justamente lo contrario de lo que en muchas poblaciones se viene realizando.
Este tipo de podas, en todo caso, están justificadas en el interior del casco urbano cuando constituyen un obstáculo al paso de viandantes o vehículos, o también cuando amenazan cables o el ventanal de alguna vivienda, semáforos, carteles o señales,  pero nunca en campo abierto, en parques o jardines donde los árboles deberían disfrutar en todo su esplendor natural.
 Juan Fuertes Palasí/LA VALL VERDA

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