"Y de entre la nada, de entre bambalinas, tras los aplausos, como un plano en contrapicado, apareció el clarinetista José Franch-Ballester, como actor principal. Y envuelto en una mezcla sideral de técnica depurada -como un don de los dioses- unas ganas inagotables de entusiasmar, se metió al público en el bolsillo, sobre todo tras la peliaguda responsabilidad -con nervios iniciales incluidos- de sustituir a Martin Fröst. Y nos regaló una excelente interpretación del concierto para clarinete y orquesta de Mozart. Todo con una extraña miscelánea de nostalgia y un apasionado romanticismo, bajo la inteligente batuta de Rubén Gimeno, que supo converger ambas sensibilidades y transformarlas en una armonía propia y con personalidad".
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