Observo a los
veraneantes intentar disfrutar de un picnic bajo la exigua sombra de los
plátanos, en el pequeño parque bajo el depósito.
Lo que debería
ser una fantástica y fresca umbría formada por los maravillosos ejemplares de Platanus Hispanica, no es más que una
desesperada búsqueda del rincón más propicio que no achicharre el sol estival.
Y es que una práctica viciada tal
vez por la ignorancia o por arraigadas costumbres ha derivado en una auténtica
“carnicería” sobre tan inestimables amigos al llegar la poda de invierno.
De este modo,
lo que debería ser la eliminación de la parte aérea sobrante del arbolado, a
saber: eliminación de ramas enfermas, muertas o rotas, poda de ramas bajas que
dificultan el paso y poda de formación, se ha convertido en una errónea
práctica en la que el podador cree que su acción es beneficiosa para el árbol.
“¡Así sale con más fuerza!” suele ser la respuesta generalizada cuando se les
pregunta el porqué de semejantes talas.
Pues no. El
exuberante crecimiento que podemos observar sobre las ramas de los ejemplares a
los que se les ha aplicado semejante mutilación no es más que la natural
respuesta del árbol para compensar urgentemente la pérdida con la que
súbitamente se encuentran sus raíces, acostumbradas a alimentar un aparato
foliar que ahora, de pronto, ya no
tiene. Esto se repite año tras año, terminando por debilitar todo su sistema
vegetativo. Año tras año, las heridas abiertas una y otra vez, convierten los
troncos en tocones huecos sobre los que se instalan toda clase de hongos,
humedades y podredumbre, acortando en decenas de años la enfermiza vida de
ejemplares que tratados convenientemente se hubieran constituido en hermosos, vigorosos
y centenarios ejemplares.
Ruego al
lector, a modo de ejemplo, que se fije en los monumentales árboles que suelen
adornar las alamedas y los parques americanos o europeos, donde este tipo de
prácticas no se realizan, formando auténticas florestas en las que el paisaje
ofrecido al espectador es realmente relajante y reconfortante, justamente lo
contrario de lo que en muchas poblaciones se viene realizando.
Este tipo de
podas, en todo caso, están justificadas en el interior del casco urbano cuando
constituyen un obstáculo al paso de viandantes o vehículos, o también cuando
amenazan cables o el ventanal de alguna vivienda, semáforos, carteles o
señales, pero nunca en campo abierto, en
parques o jardines donde los árboles deberían disfrutar en todo su esplendor
natural.
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